Una oruga pernocta
sobre una hojuela,
por cada esplendor
y cada barullo,
macerada gime
privados ecos
para pegar a sus aristas
remos de sueños,
perla crisálida,
esencia cíngara.
Dilatará su envoltura
y a sus ídolos de armario,
llevará emociones
en su metamorfosis
y en los yermos
cederá besos
sobre los ribetes
de otros pecíolos
y de otras piedras.
Leo F Zambrano
martes, 22 de mayo de 2007
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