domingo, 31 de agosto de 2008

Diluvio

soledades
que no encuentran tierra
entre cielos de navajas
y reflejos de costillas.
Los vidrios retocan el capitel
robando los días y las noches.

Una paloma huyó con su sombra...

En silencio, se postraron en el árbol
hasta llegar a secar con sus alas
el mismo polvo, el mismo fruto,
¡su misma alma!



Leo F. Zambrano