soledades
que no encuentran tierra
entre cielos de navajas
y reflejos de costillas.
Los vidrios retocan el capitel
robando los días y las noches.
Una paloma huyó con su sombra...
En silencio, se postraron en el árbol
hasta llegar a secar con sus alas
el mismo polvo, el mismo fruto,
¡su misma alma!
Leo F. Zambrano
domingo, 31 de agosto de 2008
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